El
fisico Ponter Boddit y su colega y compañero Adikor Huid, trabajan
desarrollando un ordenador cuántico. Durante los experimentos y de
forma accidental se abre un portal a un universo paralelo y Ponter se
encuentra de repente rodeado de unas extrañas criaturas, en
apariencia humanas, pero mucho más frágiles, con pequeñas
naricillas y extrañas barbillas. Se trata de gliksins, un homínido
extinguido en la Tierra hace cientos de miles de años. Por otro lado
los gliksins reconocen en la insólita figura de Ponter a un
Neanderthal, un ser que se extinguió cuando ellos eran CroMagnons.
Así
comienza Homínidos, primer libro de la trilogía Paralaje
Neanderthal, del canadiense Robert J. Sawyer. A este primer volumen
se le añaden sus continuaciones Humanos e Híbridos.
Partiendo
de una idea bastante original Sawyer desarrolla un tipo de ciencia
ficción bastante clásico en su concepción. Mediante una historia
lineal, Sawyer, con unos científicos como protagonistas va
describiendo la sociedad neanderthal y la compara con la nuestra.
Todo esto lo hace, valga la metáfora, intentado mantener una
temperatura de confort que agrade a un lector de ciencia ficción
medio. Así, cada volumen desarrolla una idea básica para el telón
de fondo y un conflicto para la acción. En el primero el fondo es la
descripción del mundo Neanderthal y el conflicto, el juicio al
compañero de Ponter, Adikor, acusado de su desaparición. En los
tres libros el esquema es similar, casi como una plantilla. Sawyer
acelera el ritmo hacia el final de cada novela para resolver el
conflicto planteado y listo. Parece tanta la preocupación de Sawyer
por la comodidad del lector que incluso vuelve a explicar
acontecimientos sucedidos en libros anteriores para refrescar la
memoria de los más despistados.
Los
avances tecnológicos descritos son creíbles y no se abruma al
lector con detalles. Tampoco hay cosas raras al estilo Egan. Otra
cosa son las disquisiciones antropológicas y filosóficas que se
plantean. Muchos escritores de ciencia ficción se manejan con
soltura con las especulaciones científico-tecnológicas pero
resbalan en las sociológicas. Sawyer, sin que se llegué a caer, es
uno de ellos. Es evidente que la sociedad Neanderthal que se ha
inventado le gusta: su Tierra está libre de contaminación, poco
poblada y sin apenas crímenes. Además, los Neanderthal son tan
progres que sus matrimonios son una especie de trío bisexual. Que
todo esto se haya conseguido mediante una ingeniería social que
incluye la eugenesia, la tecnología de los Acompañantes, un sistema
de vigilancia que deja corto al Gran Hermano orwelliano y una
gerontocracia inmovilista apenas si le parecen pequeñas molestias a
Sawyer. Solo en un par de ocasiones le ve pegas al sistema. Peregrina
es también la teoría desarrollada en el tercer volumen según la
cual los gliksins tienen religión por una configuración particular
del cerebro, el órgano de Dios (los neanderthal, que no lo tienen,
no creen en nada). Esto nos deja a los ateos en la condición de
sufrir una extraña patología.
En
fin, la trilogía El Paralaje Neanderthal es una serie entretenida
pero que no entusiasma. Sawyer no ha explotado todo el potencial que
la idea original prometía. En parte y como he dicho porque creo que
ha escrito pensando demasiado en la comodidad del lector y en llegar
a la mayor cantidad posible de público. Así se escriben los
bestsellers. Las grandes novelas no.
Aquí una que disfrutó como una enana con la trilogía... y, además, se quedó con ganas de más.
ResponderEliminarA mi me gustaron.
ResponderEliminarPero es pura lectura playera, entretenida y poco más.
El tema podía haber dado mucho más de sí...