Estamos en el año 2044 y el
futuro es una mierda deprimente. El mundo pasa por una crisis económica
devastadora, los ricos son muy ricos y los pobres muy pobres (¿he
dicho que era el futuro?). En esta distopía, el único consuelo de la
gente como Wade, nuestro protagonista, es alejarse del mundo real y
pasar la mayor parte de su vida en OASIS, un mundo virtual creado por
James Halliday y Ogden Morrow, dueños de la empresa GSS. En OASIS se
puede jugar, se puede aprender y se puede socializar con otros
avatares. Y además, OASIS en sus accesos básicos es gratuito. Cuando
Halliday muere sin dejar herederos anuncia en su testamento que ha
dejado una serie de llaves ocultas en OASIS. La persona que sea
capaz de conseguirlas obtendrá su inmensa fortuna y, lo que es
mejor, el control de OASIS. Wade, junto con miles de otros jugadores
se lanza a la caza de estas llaves.
La clave para obtener las llaves
es tener unos conocimientos más que profundos de la cultura geek de
los años setenta y ochenta del siglo XX; los años de niñez y
juventud de Halliday. Para complicar las cosas una multinacional
malvada, la IOI, pondrá toda la carne en el asador para resolver
las claves del juego y apoderarse de OASIS para sus propios fines
(mercantilistas, claro). Para ello contrata un ejercito de avatares
mercenarios equipados con todo el equipo (virtual) que el dinero
puede comprar.
Ready Player One no es una novela
especialmente original. Ya hemos visto cosas parecidas y, en
ocasiones, más complejas y mejor escritas. Es una novela liviana,
entretenida y hasta cierto punto complaciente en su desarrollo. ¿Cual
ha sido pues el secreto de su éxito? Se trata de un secreto mucho
más sencillo de desvelar que las claves ocultas de OASIS. Cline ha
apelado, desde su propia condición vital a toda una generación que
vivió su infancia, adolescencia o primera juventud a finales de los
setenta y los ochenta. Un espectro bastante amplio de lectores que
disfrutará con la gran cantidad de referencias a los videojuegos, la
música y al cine de estos años que aparecen en la novela.
Así, bajo la apariencia de una
novela cyberpunk, casi juvenil por su argumento y protagonistas se esconde un tremendo ejercicio de
nostalgia para treintamuchoañeros, y perdonen el palabrejo. Y lo
mejor es que este ejercicio por parte de Ernest Cline no es un simple
cebo, porque se nota la sinceridad. Realmente Cline ama estas cosas
(el tipo tiene un maldito DeLorean y miles de juegos antiguos en su
casa), y este cariño se nota y se agradece en las páginas de la
novela.
Ready Player One no es una gran
novela. No está especialmente bien escrita y seguramente envejecera
mal. Pero, que demonios, si disfrutaron con las consolas o los
ordenadores de ocho bits, con las maquinitas de marcianos, con las
películas ochenteras, los peinados cardados o Cyndi Lauper, entonces
leánla antes de que ustedes mismos envejezcan y todos estos momentos
se pierdan como pixeles en un monitor de fósforo.
Un maravilloso y entretenido libro para nostálgicos de aquellos años con múltiples referencias a la cultura pop. No es ninguna obra maestra pero yo me lo pasé pipa leyéndola :)
ResponderEliminarCierto, cierto, la novela es más bien mediocre pero como ejercicio de nostalgia no tiene precio para los que vivimos los inicios del friquerio videojueguil, esas pelos entrañables como Juegos de guerra, y los píxeles que aun ahora se comen parte de mi vida. Ains...
ResponderEliminarYo la encontré entretenida. Una novelita para pasar el rato con impagables referencias a los 80.
ResponderEliminarIndispensable para frikis veteranos.